Historia del coche eléctrico

El vehículo eléctrico, un viaje de más de 200 años de historia

Transporte Historia Coches eléctricos Movilidad sostenible Movilidad eléctrica

Los coches impulsados por la electricidad llevan circulando desde hace casi dos siglos, pero los de gasolina les arrebataron el liderazgo después de la Primera Guerra Mundial. Tras diferentes cambios y evoluciones de tecnología, estos vehículos se consideran el siguiente gran paso hacia la movilidad urbana, más sostenible y ecológica. Pero, ¿por qué se inventaron? ¿Y cómo han cambiado a lo largo de todo este tiempo?

Los vehículos eléctricos actuales permiten recorrer distancias diarias en la ciudad y obligan a recargar durante los desplazamientos más largos.
Los vehículos eléctricos actuales permiten recorrer distancias diarias en la ciudad y obligan a recargar durante los desplazamientos más largos.

Los coches eléctricos surgieron como resultado de una serie de factores. Uno de los mayores avances tras la invención de la máquina de vapor a finales del siglo XVIII fue el ferrocarril, que facilitó el transporte en largas distancias. Sin embargo, el transporte individual de personas seguía relegado al uso de carruajes de tracción animal, lo que movió a industriales e ingenieros de la época a invertir tiempo y esfuerzo en buscar una solución. Además, el siglo XIX vivió una gran revolución con la llegada de la electricidad que transformó completamente la industria y más tarde la vivienda, el transporte y el espacio público.

El primer coche eléctrico de la historia

Fueron múltiples los avances y las mejoras que confluyeron en la creación del vehículo eléctrico. Una de las figuras más notables de su historia fue el inventor e ingeniero húngaro Ányos Jedlik, que creó en torno a 1828 el corazón de todas las máquinas eléctricas, el primer motor eléctrico del mundo, que más tarde aplicó a un pequeño modelo de coche. De forma paralela, el herrero estadounidense Thomas Davenport construyó en 1834 un artilugio similar que rodaba en una pista circular electrificada. Sin embargo, es el empresario y químico escocés Robert Anderson quien generalmente recibe el sobrenombre de padre del coche eléctrico. Entre 1832 y 1839 trabajó y presentó un prototipo que ofrecía una evolución de un carruaje tradicional alimentado por celdas eléctricas.

Se desarrollaron muchos modelos en años posteriores, pero la limitación de la batería (que no era recargable) hizo que los coches eléctricos fueran poco prácticos. El verdadero impulso llegó en 1859, cuando el científico francés Gastón Planté inventó las baterías recargables de plomo y ácido, que permitían que el vehículo no tuviera que estar conectado a la red. Desde ese momento fue posible almacenar la energía para que el vehículo rodase. Además, en 1881 el inventor Camille Faure perfeccionó el modelo hasta aumentar la capacidad de carga de las pilas. Estos avances permitieron al ingeniero francés Gustave Trouvé presentar ese año en la Exposición Internacional de Electricidad de París un triciclo accionado por un motor eléctrico.

En 1888 aparece en Alemania el que es considerado como el primer coche eléctrico, el Flocken Elektrowagen, inventado por el inventor y empresario Andreas Flocken. Tenía el diseño de una calesa, cuatro ruedas, un motor de 0,7 kW, una batería de 100 kg y alcanzaba los 15 km/h. Ell mundo de la automoción cerró el siglo XIX con un hito histórico: en 1899 el belga Camille Jenatzy rompió por primera vez en el mundo la barrera de los 100 km/h de velocidad, llegando hasta los 105,88 km/h.

 ¿Cuándo se empezaron a usar los coches eléctricos?

Tras la aparición de la batería recargable, el coche eléctrico se convirtió en todo un éxito a principios del siglo XX en las ciudades. Los primeros usuarios comerciales fueron los taxistas de Nueva York. Algunos historiadores estiman que en torno a un tercio de los coches en las calles de Estados Unidos eran eléctricos en 1900, mientras que algunas fuentes afirman que estos vehículos se vendieron más que los de combustión en 1899 y 1900.

Los taxistas de otras ciudades como Londres o Berlín siguieron la estela, al igual que los grandes hoteles, que contaban con flotas de eléctricos para trasladar a sus huéspedes. Entre los vehículos vendidos destacaron el Porsche Egger-Lohner P1 o el Baker Electric y entre los fabricantes, Ohio Baker Electric, que disponía de baterías diseñadas por Thomas Edison.

Los coches eléctricos se alzaron como los vehículos favoritos, especialmente para las clases altas debido a su elevado precio. Anulaban el ruido, no desprendían olor ni gases que ensuciaran a los ocupantes, su autonomía permitía cubrir los desplazamientos del día a día y la electricidad comenzaba a llegar a la mayor parte del mundo, lo cual facilitaba la recarga. En un artículo del New York Times de 1911 se describían como los coches del futuro y se afirmaba que incluso los fabricantes de coches de gasolina utilizaban los eléctricos para su uso personal.

¿Por qué se impusieron los coches de combustión?

La producción de los vehículos eléctricos alcanzó su pico en 1912, pero los coches de combustión interna empezaron a ganar terreno por varios motivos:

 Arranque automático
Se resolvió su problema principal: la activación del motor. Antes era necesario girar una manivela para hacer funcionar el motor de combustión, un proceso tedioso para los conductores, pero al introducir un arranque automático, la experiencia de conducción cambió favorablemente. 

 Producción en cadena
En 1908 Henry Ford revolucionó el sector automovilístico al presentar el Ford T, un coche de combustión fabricado con un sistema de producción en cadena que abarataba considerablemente el precio final. En 1912, un vehículo eléctrico costaba unos 1.750 dólares estadounidenses y uno de gasolina, 650. 

 Descubrimiento de reservas de petróleo
El hallazgo de importantes reservas de petróleo en el mundo hizo de la gasolina un bien asequible.

 Deficientes condiciones técnicas
Las primitivas infraestructuras de generación y distribución eléctrica y la percepción de la autonomía del coche como uno de los puntos clave a la hora de comprar, relegaron al coche eléctrico a la sombra. 

Al finalizar la Primera Guerra Mundial las necesidades de movilidad aumentaron y el foco se puso en los coches de combustión.

El resurgimiento del vehículo eléctrico

Se recuperó el interés por este medio tras la Segunda Guerra Mundial, debido a la escasez de combustible durante y después del conflicto. En Francia se presentó en 1941 el Peugeot VLV, primer eléctrico de la marca y en 1947 Nissan exhibió en Japón el Tama, un pequeño vehículo con baterías extraíbles.

Sin embargo, hubo que esperar hasta las crisis del petróleo de los setenta (en 1973 y 1979) para que se volviera a tener en cuenta el coche eléctrico. Este impulso vino motivado por la toma de conciencia de la excesiva dependencia energética del sector y el aumento de precios del petróleo. Algunos fabricantes comenzaron a recuperar modelos para desplazamientos urbanos diarios, como el británico Enfield 8000 y el conocido Citicar de la marca estadounidense Sebring-Vanguard, aunque con escasa producción.

El coche eléctrico moderno le debe mucho al EV-1 que General Motors presentó en 1996. Con pilas de plomo-ácido, este modelo ofrecía una autonomía de hasta 160 kilómetros y llegó hasta los 225 con baterías de níquel metal hidruro. Pero su recorrido acabó pronto, en 1999, cuando GM cesó su producción. La marca alegó que el modelo era demasiado costoso y poco rentable y la mayoría de los 1.117 vehículos fabricados fueron destruidos.

Tesla recogió el testigo del EV-1 y en 2008 lanzó Roadster, un modelo que llevó al vehículo eléctrico al siglo XXI. Incluía unas nuevas baterías de ion litio que permitieron mejorar la autonomía hasta un límite desconocido hasta el momento: más de 300 kilómetros. Todos los coches eléctricos actuales emplean una técnica similar a la de Tesla y el mayor rendimiento de estas pilas de litio animó a varias marcas a lanzar nuevos modelos sostenibles con el medio ambiente.

Estos vehículos eléctricos permiten ahora cubrir distancias diarias en la ciudad y obligan a “repostar” en carretera durante los desplazamientos más largos: algunos modelos alcanzan los 400 km sin necesidad de recargar en una electrolinera. La instalación de puntos de recarga se ha potenciado gracias al compromiso de empresas como Iberdrola, que ha reforzado su estrategia a través de su Plan de Movilidad Sostenible con políticas y acciones concretas para “movilizar” a todos los actores implicados: administración, empresas, fabricantes de coches... La potencial mejora de las baterías, la reducción de los precios de este medio y las normas cada vez más ligadas a la transición energética, auguran un futuro prometedor al coche eléctrico.