Banquisa
La importancia de las banquisas y su estado de salud
La banquisa es una capa de hielo flotante que se forma en las regiones de los océanos polares. La supervivencia de, por ejemplo, los osos polares depende fundamentalmente de la formación temprana de esta superficie helada, ya que es por ella por donde transitan para cazar. Según observaciones satelitales iniciadas en 1979, la extensión media máxima alcanzada por la ártica durante los meses de marzo se reduce década a década, confirmando una tendencia preocupante.
La actividad humana está provocando un aumento de la temperatura media de la Tierra, lo que impacta especialmente en los polos, donde tanto las banquisas como los glaciares están viendo como su superficie se reduce año a año. El cambio climático es una realidad y el estado de las banquisas uno de los termómetros que alerta de la gravedad de la situación y de la urgencia de tomar medidas, no solo para protegernos a nosotros mismos, sino también a la biodiversidad de la zona.
Qué es una banquisa
Las banquisas, presentes tanto en el Ártico como en el Antártico durante todo el año, están compuestas de aguas oceánicas congeladas en una extensión amplia pero variable según la época del año. Por ejemplo, durante los meses de invierno la ártica aumenta de tamaño hasta alcanzar en marzo su máxima extensión y pierde terreno durante los meses posteriores. Su espesor se sitúa entre un metro cuando se renueva cada año y cuatro o cinco cuando persiste en el tiempo, lo que ocurre en las zonas más cercanas a los polos.
El proceso de formación es el siguiente: el agua salada se congela a una temperatura inferior a la del agua dulce, concretamente a -1,8 ºC, en un fenómeno conocido como descenso crioscópico. Los rayos de sol llegan muy debilitados a esa zona del planeta, comenzando su solidificación desde la superficie al estar la zona inferior más cálida. Posteriormente, se van formando pequeños cristales lenticulares de agua pura que acaban reuniéndose y formando un suelo marino totalmente helado.
Hay dos banquisas en nuestro planeta: la ártica en el polo norte y la antártica en el polo sur. Dichas banquisas tienen tendencias opuestas al encontrarse en hemisferios distintos, es decir, el invierno boreal coincide con el verano austral y viceversa, lo que se traduce en que cuando la banquisa ártica está en su máximo esplendor, la antártica se reduce considerablemente.
Banquisa ártica
En el hemisferio norte del planeta se encuentra la banquisa ártica. El suelo helado, principalmente compuesto por Groenlandia, se funde cada año en las zonas que se encuentran más próximas a los continentes circundantes, lo que se aprovecha para navegar por el océano Ártico. Esta banquisa experimenta cambios a lo largo del año, alcanzando aproximadamente los 15 millones de km2 en marzo y disminuyendo hasta los 6,5 millones en septiembre.
Banquisa antártica
Localizada en el hemisferio sur de la Tierra, la superficie de esta banquisa sufre variaciones más grandes aún a lo largo del año, llegando casi a desaparecer en algunos momentos. En plena temporada fría, conocida como noche polar, la extensión puede alcanzar los 18,8 millones de km2. Sin embargo, durante el día polar —los seis meses siguientes en los que el sol nunca llega a ponerse— esta puede disminuir hasta los 2,6 millones de km2.
La importancia de las banquisas y su estado actual
Las banquisas son fundamentales por su capacidad para modular el balance del calor atmosférico y oceánico. ¿Cómo lo hacen? Durante el verano reflejan una parte importante de la radiación solar y durante el invierno actúan como aislante. Es decir, las banquisas ayudan a mantener los polos fríos al limitar la absorción de calor. Dada su importancia, cabe preguntarse por su situación actual.
Según afirma el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC en inglés) de la NASA, la banquisa ártica alcanzó su máximo anual de 2021 el pasado 21 de marzo, situándose en 14,77 km2. Este dato es el séptimo más bajo desde que en 1979 se iniciase la serie de observaciones satelitales —el mínimo histórico se produjo en 2017—, lo que confirma una tendencia negativa que se agrava década a década.
Además de la disminución global del hielo marino ártico, los investigadores del NSIDC recalcan que la superficie helada es cada vez más joven y estacional. Es decir, más débil y vulnerable ante posibles severidades meteorológicas como las derivadas del cambio climático. Esto también afecta a la superficie de la banquisa antártica que, pese a su idiosincrasia particular —una variabilidad más acentuada— sigue una tendencia negativa similar a la de la ártica, de hecho, en 2017 también alcanzó su mínimo histórico.
La biodiversidad en las banquisas
El calentamiento global es uno de los grandes desencadenantes de la pérdida de la cobertura del hielo, lo que afecta notablemente a la biodiversidad de las banquisas y es una preocupación para ambientalistas de todo el mundo. De hecho, hace casi una década, la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) ya advirtió de que un tercio de la biodiversidad de los lechos marinos polares estaba amenazada como consecuencia del cambio climático.
Los osos polares, junto a focas, crustáceos como el krill y peces forman una cadena trófica que, de no solucionarse este problema, podría verse afectada considerablemente y destruir el delicado equilibrio del ecosistema de las banquisas. El caso más dramático, y el que depara las imágenes más desoladoras, es el de los osos polares, ya que necesitan la banquisa para desplazarse y cazar, en definitiva, para sobrevivir, y la reducción de su extensión pone en peligro su hábitat.