#plástico
Reducir el consumo de plásticos es esencial para preservar nuestro planeta y disminuir su impacto sobre el medioambiente. Sin embargo, esta reducción implica no tan solo un cambio de hábitos, sino también un cambio de mentalidad. Por ello, el grupo Iberdrola, entre otras cosas, se ha posicionado en la misma línea que los ODS.
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Una escultura de un grifo abierto que expulsa basura —compuesta enteramente de plástico— en lugar de agua fue el símbolo de la II Conferencia de los Océanos de las Naciones Unidas (UNOC), celebrada este año en Lisboa.
La ONU, que lucha contra la desertificación desde 1994, la define como el proceso de degradación de las tierras en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como resultado de diversos factores climáticos y humanos. Con el cambio climático, dichos factores no han hecho sino multiplicarse y a día de hoy está considerado uno de los principales problemas ambientales del planeta.
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El minimalismo, originalmente una tendencia arquitectónica que busca reducir las obras a lo esencial, se ha trasladado a otros ámbitos. La idea es muy sencilla: menos es más, lo que aplicado, por ejemplo, a nuestra vida diaria significa reducir al máximo el uso y consumo de bienes materiales. Esta forma de estar en el mundo tiene efectos positivos sobre el medio ambiente e iniciativas ecologistas recientes, como el movimiento Zero Waste, son muy cercanas a ella.
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Vivir sin plásticos es posible. Al menos en Aberporth, una pequeña localidad turística en la costa oeste de Gales. Sus 1.100 habitantes han reducido su consumo hasta convertir su pueblo en la primera comunidad del mundo libre de plástico gracias a la iniciativa Plastic-free Aberporth impulsada por su vecina, la cineasta Gail Tudor.
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Los expertos calculan que más de ocho toneladas de plástico no biodegradable van a parar a mares y océanos cada año. En la lucha contra este enemigo es vital que las grandes superficies comerciales tomen medidas, pero pequeños supermercados libres de plástico como unPacked en Madrid o YES FUTURE en Barcelona son pioneros en una batalla que se libra con armas como la compra a granel, la reutilización de envases o el uso de bolsas de tela.
El plástico es dañino para el medio ambiente porque no se degrada: una botella de PET puede tardar más de cinco siglos en descomponerse. Pero, ¿y si se pudiera convertir esa característica nociva en una ventaja? Bajo esa premisa investigadores de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, han creado un material termoplástico 100% reciclado y reciclable que tiene múltiples usos en construcción. El material se utilizó para construir el puente de plástico reciclado más largo del mundo en el condado de Peeblesshire, en Escocia.