Seguridad hídrica

¿Qué es la seguridad hídrica y cómo la pone en peligro el cambio climático?

Sociedad Derechos humanos

El cambio climático está menoscabando la seguridad alimentaria a lo largo y ancho del planeta, y lo mismo ocurre con la seguridad hídrica. Este concepto, que se refiere a la capacidad de una sociedad para tener suficiente cantidad y calidad de agua a su disposición, analiza la condición del agua superficial y subterránea, además de los diferentes usos que se le da, con un enfoque territorial.

Seguridad hídrica
Salvaguardar el planeta frente a amenazas como el cambio climático es clave para garantizar la seguridad hídrica.

Los seres humanos dependen del agua para su supervivencia y siempre ha condicionado a sus sociedades a la hora de enclavar sus asentamientos. Es decir, además de un elemento de consumo diario fundamental, con el paso del tiempo ha ido ampliando sus aplicaciones y ahora se recurre a su uso tanto para actividades antiguas, la agricultura, como para otras más recientes, la producción de energía (energía hidroeléctrica).

Teniendo clara la importancia pasada y presente del agua para nuestra supervivencia y nuestro desarrollo, toca mirar al futuro y ahí la ONU lanza un aviso: en el año 2030 la Tierra tendrá un déficit de agua del 40 % si no se cambia el modelo actual de consumo. Y es que, a pesar de nuestros avances en el uso responsable y el saneamiento de este recurso natural, el crecimiento demográfico, entre otras circunstancias, pone en jaque la seguridad hídrica.

Usos sostenibles del agua

La gestión sostenible del agua es uno de los pilares de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, concretamente, el ODS 6, que tiene por objetivo garantizar el acceso a suficiente agua limpia y saneamiento en todos los rincones del planeta. Para ello, se contemplan medidas como asegurar el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible, reducir los vertidos para minimizar la contaminación del agua y preservar su calidad, y aumentar el porcentaje de aguas residuales tratadas.

Tomar conciencia de la necesidad de gestionar de forma eficiente los recursos hídricos, garantizando su calidad y evitando su degradación, es clave para no poner en riesgo su disponibilidad futura. Un modelo de gestión sostenible, ente otras cosas, trata de fomentar el ahorro de agua, de asegurar su devolución al medio ambiente en buen estado y de garantizar su suministro a través de fuentes alternativas. Para ello es necesario atender a su demanda al tiempo que se protegen las aguas subterráneas y las superficiales.


Qué es la seguridad hídrica

La seguridad hídrica es un término que hace referencia a la capacidad que tiene una sociedad para disponer de agua en cantidad y calidad suficiente tanto para su propia supervivencia como para la realización de distintas actividades productivas. De esta manera, una sociedad con seguridad hídrica está en disposición de reducir la pobreza y aumentar los estándares de vida.

Para Global Water Partnership, red internacional que promueve la gestión sostenible de los recursos hídricos, un mundo con seguridad hídrica “es aquel en el que cada persona tiene agua segura y a un coste accesible para llevar adelante una vida sana y productiva, y en el que las comunidades son protegidas de inundaciones, sequías y enfermedades de origen hídrico”. Además, añaden, “la seguridad hídrica promueve la protección ambiental y la justicia social frente a los conflictos y disputas que puedan surgir a causa de los recursos hídricos compartidos”.

Las dimensiones de la seguridad hídrica
Las dimensiones de la seguridad hídrica

Causas de la inseguridad hídrica

La seguridad hídrica está en peligro a causa del aumento de la población mundial y de su concentración en las ciudades, de la degradación de la calidad del agua por el incremento de la contaminación por las actividades humanas —no solo a nivel atmosférico, sino también por el cambio en los usos de los suelos—y al impacto que los fenómenos meteorológicos extremos impulsados por el cambio climático tienen sobre las aguas. Identificar estos problemas y analizarlos es fundamental para hallar soluciones sostenibles en el futuro..

El cambio climático y la seguridad hídrica

El cambio climático pone en riesgo la seguridad hídrica. Sus efectos no solo disminuirán la disponibilidad de agua, sino que la harán más variable e impredecible en multitud de lugares del planeta, proliferando los problemas de abastecimiento. Las sequías e inundaciones, cada vez más frecuentes como consecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos ya citados, tendrán graves consecuencias tanto para las naciones ricas como para las pobres. Esto ya ha empezado a ponerse de manifiesto, dañando de forma severa los medios de subsistencia y los modelos tradicionales de producción en numerosos lugares.

Cómo cuidar los recursos hídricos

La gestión sostenible del agua, que, como ya hemos apuntado, se orienta al consumo responsable, a la lucha contra su degradación y al aumento de su reciclaje, es clave para salvaguardar los recursos hídricos. Un concepto fundamental para concienciar sobre este tipo de gestión es la huella hídrica, que mide el volumen de agua dulce utilizado a lo largo de toda la cadena de producción de un bien de consumo o servicio.

A nivel personal, para reducir la huella hídrica se recomiendan acciones tan sencillas como estas: reducir la duración de las duchas y usar cabezales de ducha ecológicos, minimizar el consumo de aquellos alimentos que requieren más agua durante su producción —como la carne—, no utilizar el inodoro como si fuera una papelera, comprar electrodomésticos eficientes y utilizarlos a carga completa, regar las plantas por la noche para evitar que se pierda por la evaporación, entre otras.

Conocer el nivel de seguridad hídrica de cada rincón del planeta es esencial para garantizarla, y ahí entra en escena el Índice Global de Seguridad Hídrica (IGSH). Este indicador se establece en función de cuatro criterios —disponibilidad, accesibilidad, seguridad y calidad— y posee una serie de ventajas: integra criterios ambientales, sociales y económicos; determina las áreas de atención prioritaria y de mayor riesgo de conflictos; estandariza las vulnerabilidades y los riesgos hídricos, etc.