Nomofobia
Nomofobia: el miedo irracional a no tener el móvil
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El uso del teléfono móvil ha ido creciendo de manera exponencial en los últimos años, sobre todo tras la eclosión de los dispositivos inteligentes. Los smartphones ahora son nuestros compañeros de vida en el ámbito laboral, social, lúdico e incluso familiar. Sin embargo, un uso excesivo puede generar problemas de dependencia, adicción y miedo.
Si nos paramos a pensar qué es lo que más miramos a lo largo del día probablemente la respuesta no sería a nuestra familia o amigos, tampoco la televisión o los libros. La opción más factible sería el móvil. Ese pequeño aparato que forma gran parte de nuestra vida con los emails del trabajo, los mensajes instantáneos, las redes sociales o los vídeos bajo demanda. En casos extremos, puede generar la conocida como “nomofobia”, un trastorno que los expertos han calificado como la enfermedad del siglo XXI.
Qué es la nomofobia
La nomofobia representa el miedo irracional a estar sin teléfono móvil. El término fue acuñado en 2009 en Reino Unido y proviene del anglicismo “nomophobia” (“no-mobile-phone-phobia”). La dependencia al dispositivo electrónico provoca una infundada sensación de comunicación en el usuario que no dispone del aparato, ya sea porque se lo haya dejado en casa, se haya agotado su batería o esté fuera de cobertura. En esta línea, un estudio de YouGov Real Time señalaba en 2019 que el 44 % de los británicos encuestados sufrían ansiedad si no podían disponer de su móvil para "seguir en contacto" con su círculo.
Aunque por ahora la OMS no ha catalogado la nomofobia como una patología mental, los expertos alertan de la creciente dependencia hacia este pequeño dispositivo electrónico desde la aparición de los smartphones. El crecimiento de estos móviles inteligentes ha sido exponencial. Statista cifra en 6,37 billones el número actual de usuarios de smartphones en el mundo, lo que significa que el 80,7 % de la población global tiene uno de estos dispositivos, frente a los 3,67 billones que había en 2016, solo el 49,4% de la población mundial. Los expertos coinciden en que este aumento, unido a las facilidades de conexión a Internet, ha sido el germen del desarrollo de esta dependencia tecnológica.
Las consecuencias psicológicas más comunes de la nomofobia son la ansiedad, la depresión o el aislamiento –se piensa que los móviles nos mantienen en contacto con los demás, pero el problema aparece cuando las relaciones online sustituyen a las que se desarrollan cara a cara. También existen consecuencias físicas como dolores de cabeza o de estómago, molestias en la vista por una elevada exposición a la pantalla o dolores de muñeca y cuello por una posición inadecuada.
Los investigadores han desarrollado un test de nomofobia para determinar los síntomas que genera este desorden. El cuestionario pide a los encuestados que califiquen en qué medida están de acuerdo o en desacuerdo con afirmaciones como:
- “Me sentiría incómodo sin el acceso constante a la información a través de mi móvil".
- "Quedarme sin batería me asustaría".
- "Me sentiría ansioso porque no podría mantenerme en contacto con mi familia y / o amigos".
VER INFOGRAFÍA: ¿Eres adicto al móvil? [PDF]
Causas y perfil de las personas nomofóbicas
Entre las causas más reconocidas de la adicción al móvil se encuentran la baja autoestima y los problemas a la hora de mantener relaciones sociales. De hecho, la inseguridad personal es el factor más común que provoca la nomofobia, ya que muchos jóvenes desencadenan una dependencia absoluta hacia los demás y encuentran en el móvil una manera de estar presentes en su círculo social. El perfeccionismo es otra de las razones por las que aparece este trastorno, ya que las personas que lo padecen sienten la necesidad de actuar sin cometer ni un solo fallo. Por ejemplo, si este tipo de usuarios reciben una llamada y no tienen el móvil a mano, sienten que están decepcionando y el miedo se apodera de ellos.
Cualquier persona puede sufrir nomofobia. Sin embargo, este trastorno suele afectar sobre todo a los adolescentes, siendo el grupo de entre 14 y 16 años el de mayor prevalencia. Las generaciones más jóvenes tienen mayor riesgo de caer en la nomofobia por dos motivos: sienten una gran necesidad de ser aceptados por los demás y están más familiarizados con las nuevas tecnologías que las personas mayores.
Adam Alter, psicólogo de la Universidad de Nueva York, ha investigado profusamente el impacto de la nomofobia en los adolescentes. El autor de Irresistible: The Rise of Addictive Technology and the Business of Keeping Us Hooked realizó en 2017 un estudio en el que preguntó a una muestra de estos jóvenes si preferían ver su móvil caer y partirse en millones de piezas o romperse un hueso de su mano. El autor descubrió que las participantes de mayor edad priorizaban su salud frente a una comodidad reemplazable. En cambio, alrededor del 40 % o el 50 % de los adolescentes preferían romperse sus huesos a tener el móvil roto. Además, el experto observó que estos jóvenes hacían preguntas como qué mano sería la afectada por la lesión o si podrían seguir usando el móvil y haciendo scroll con el hueso roto.
Prevención y tratamiento de la nomofobia
Como en todas las adicciones, la prevención es la clave. Existen algunas acciones sencillas para evitar que un uso excesivo de los teléfonos móviles acabe generando una dependencia extrema o un trastorno mayor. Entre las más efectivas se encuentran las siguientes:
Desinstalar algunas aplicaciones que consideremos que nos hacen perder el tiempo como juegos.
No utilizarlo en las comidas.
Silenciar las notificaciones.
Establecer horas determinadas para consultarlo y disminuye el tiempo de uso.
Nunca mirarlo si estamos charlando, comiendo, compartiendo ocio con otras personas.
No usarlo como despertador, ya que puede interferir en nuestro ciclo de sueño.
Cargarlo fuera del dormitorio.
Hacer pequeñas salidas a la calle sin teléfono.
Es fundamental que aceptemos que no podemos disponer del móvil a cada momento y que creemos un compromiso propio de uso saludable de las tecnologías. En los casos más extremos deberemos acudir a un especialista. El tratamiento dependerá del nivel de autocontrol de cada persona. Si este aún existe, se procederá a la eliminación progresiva de la dependencia del móvil. Si ya no es posible gestionar la ansiedad, el tratamiento será de choque y supervisado por un especialista en salud mental que ayude a afrontar las sensaciones negativas mientras se consigue el desenganche.